Albert Einstein es uno de los personajes más reconocidos en la historia. Por varias generaciones el físico alemán ha sido inspiración de otras mentes creativas por sus grandes aportaciones a la ciencia del siglo XX.

En abril de 1955, a los 76 años de edad, el autor de la Teoría de la Relatividad General falleció víctima de una hemorragia interna, provocada por la ruptura de un aneurisma aórtico abdominal, pero ¿qué es eso?

Nuestro cuerpo está lleno de conductos por los cuales pasa la sangre que bombea el corazón, estos se llaman “vasos sanguíneos”. Las venas y arterias son ejemplos de ello. Un aneurisma sucede cuando estos conductos pierden fuerza en sus paredes y, con el flujo de la sangre, se ensanchan cada vez más.

La aorta es una arteria y uno de los vasos sanguíneos más importantes. Nace del corazón, recorre el tórax y abdomen. Normalmente mide de 1.8 a 2 centímetros, pero en un aneurisma se extiende a más de 3 centímetros.

Cuando ocurre no presenta síntomas, de hecho, quien lo padece puede no enterarse hasta que se lo detecta un médico durante una exploración física. Mediante una radiografía, un ultrasonido o una tomografía, se puede diagnosticar el problema.

Como el aneurisma va creciendo poco a poco (y puede reventarse, como le pasó a Einstein), debe estar bajo vigilancia médica y sujeto a tratamiento. Cuando alcanza los 5 centímetros o más debe someterse a cirugía.

Ésta última hubiera sido una buena opción para el científico, sin embargo, rechazó ser operado. “Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia”, dijo. Dos días después murió en el hospital de Princeton, dejando un legado que cambió al mundo.

El genio quiso tener un funeral modesto. De acuerdo con el libro “Paseando con Mr. Albert: un viaje a través de EE.UU. con el cerebro de Einstein”, de Michael Paternini, eligió ser incinerado para evitar que su tumba se convirtiera en un lugar de veneración. Sólo sus familiares cercanos acudieron a la cremación del cuerpo, aunque una parte de él no fue incinerada: su cerebro.

El patólogo Thomas Stoltz Harvey, quien realizó la autopsia, extrajo el órgano con el fin de conservarlo para que la ciencia del futuro pudiera descifrar la genialidad de Einstein. Así que lo mantuvo oculto durante varias décadas, hasta que finalmente lo devolvió a los laboratorios de Princeton, cuando tenía más de 80 años.

Hasta ahora uno de los descubrimientos relevantes que se han hecho sobre el cerebro de Einstein es que algunas partes de su hemisferio izquierdo, las relacionadas con las matemáticas, son más grandes de lo normal.

 

 

Con información del Dr. Erich Carlos Velasco Ortega / Subcomité Académico de Angiología, División de Estudios de Posgrado. Facultad de Medicina UNAM