- Es el segundo o tercero más frecuente en todo el mundo.
Nota e ilustración: Zenyaci Morales
El intestino grueso se divide generalmente en dos segmentos: el colon, que tiene la función de deshidratar y transportar el bolo fecal para no perder agua y electrolitos; y el recto, que funciona como depósito del mismo. El cáncer colorrectal consiste en el crecimiento descontrolado de las células en cualquiera de ambos segmentos, que modifican su forma, tamaño y características.
En etapas tempranas, este cáncer suele ser completamente asintomático y es hasta el estadio avanzado donde manifiesta síntomas como dolor abdominal, en el vientre bajo o en la pelvis; cambios en el hábito intestinal, por ejemplo, estreñimiento cuando no era algo común para el paciente o eventos de diarrea; y sobre todo, la presencia de moco y sangre o en las heces, ya sea de color negro, vino o rojo, muchas veces parecida al chapopote, moronga. También se puede observar la falta de apetito y como consecuencia la pérdida importante de peso no intencionada.
Al igual que muchos otros tipos de cáncer, no hay una causa definida, sin embargo, los factores de riesgo que lo favorecen son: el rango de edad entre 60 a 70 años, la herencia genética (ya sea que alguien más de la familia haya presentado éste mismo o varios miembros presenten distintos tipos de cánceres); y una dieta con bajo consumo de fibra, frutas, vegetales y alta ingesta de carnes rojas, alimentos procesados, grasa y alcohol. También afecta la falta de actividad física, tener sobrepeso u obesidad y diabetes o resistencia a la insulina.
Las personas diagnosticadas con colitis, ya sea de tipo isquémico, infeccioso o síndrome de intestino irritable, presentan el mismo riesgo de padecer este cáncer que el resto de la población que no tiene colitis. Sin embargo, el único tipo de colitis que aumenta la probabilidad de presentar cáncer colorrectal es la ulcerativa; el cáncer en estos casos puede aparecer de 8 a 10 años después del diagnóstico de la enfermedad, así como en el caso de padecer estreñimiento crónico.
Con respecto al diagnóstico, existe el precoz o tamizaje, que se realiza en personas cuyo riesgo es alto por la carga genética, y el objetivo de estas pruebas es encontrarlo en etapas tempranas para evitar que evolucione o antes de que se desarrolle, por lo que se recomienda repetir los exámenes cada cierto tiempo.
El otro tipo de diagnóstico es confirmatorio, cuando ya se tiene la sospecha debido a los síntomas. En ambos casos son necesarias las pruebas de laboratorio para detectar presencia de sangre en muestras fecales y la colonoscopia, dependiendo de las condiciones sintomáticas del paciente. De acuerdo a estas, también se podrá definir el tratamiento que requiera, ya que en etapas tempranas es de carácter curativo, mientras que en las avanzadas, cuando hay metástasis, solamente se puede tener la opción del paliativo.
Según las características del tumor, como su localización y tamaño, el tratamiento de carácter curativo podría incluir cirugía, quimioterapia e incluso radioterapia, si es que ya generó micrometástasis (pequeñas células del tumor diseminadas hacia lugares cercanos del mismo intestino).
Las complicaciones que pueden presentarse no sólo están relacionadas directamente con la enfermedad, van desde hemorragia y como consecuencia la muerte, taponamiento del colon por el tamaño del tumor (llamado oclusión) o perforación del intestino, por lo que la materia fecal sale a la cavidad abdominal. Otras complicaciones están relacionadas con el tratamiento como desnutrición, una baja en las defensas, anemia o vómito frecuente a causa de la quimioterapia.
Con información de la Doctora Nayeli Xochiquetzal Ortiz Olvera, Médico Gastroenterólogo, profesor de la asignatura de Gastroenterología de la UNAM y Profesor Titular del Posgrado de Gastroenterología en el Centro Médico Nacional Siglo XXI.