Quien no conoce la historia está condenado a repetirla

En plena Revolución Mexicana ocurrió la primera pandemia del siglo XX, la influenza de 1918, que provocó la muerte de 50 millones de personas, superando la letalidad de la Primera Guerra Mundial, que había causado 10 millones de decesos. A diferencia de los pasados brotes que afectaron a infantes y adultos ancianos, en esta ocasión la prevalencia se situó en los adultos jóvenes aparentemente sanos.

Se originó en los Estados Unidos de América y no en España como se suele creer, el 11 de marzo de 1918, cuando el soldado Albert Gitchell mostró signos de fiebre, tos y dolor de cabeza que parecía una simple gripa. Esa misma noche se registraron 107 enfermos en el fuerte y al final de la semana 522 personas presentaban los mismos síntomas. En 10 meses se llevó a la tumba de 20 a 40 millones de personas en el mundo.

Se conoció como “gripe española” porque los periódicos de este país fueron de los pocos que dieron la alarma con prontitud, lo cual dio pie a que muchos pensaran que la enfermedad se había originado allí. Mientras que en los países combatientes en la Primera Guerra Mundial se censuraba la noticia en la prensa, tratando de evitar el desánimo de las tropas y de las poblaciones.

En México

En nuestro país los primeros casos se empezaron a reportar en octubre, atacando los estados del norte, y para el día 8 del mismo mes, en el área de Laredo, Texas y Tamaulipas se calculaban 12 mil enfermos. Igual que en Estados Unidos las primeras víctimas fueron soldados.

La prensa nacional daba reportes en ocasiones alarmantes de la situación, siendo crítica con el gobierno en turno, descalificando las pocas medidas tempranas para el cierre oportuno de escuelas, iglesias y lugares concurridos, así como la necesidad de la vigilancia sanitaria correspondiente.

Medidas establecidas

En México se giró a los gobernadores un aviso de prevención y curación contra la influenza. En las Breves y elementales recomendaciones para combatir y atenuar los estragos de la influenza se anotan las siguientes indicaciones:

  1. Aseo personal más riguroso y desinfección especial de la boca y nariz con soluciones antisépticas débiles: ácido bórico al 5 por ciento, ácido fénico al medio por ciento, solución de agua oxigenada o solamente con un cocimiento ligero de hojas de eucaliptus.
  2. Aseo de las habitaciones, regándolas con soluciones antisépticas de ácido fénico, creolina, sulfato de cobre, bicloruro de mercurio o cocimiento de hojas de eucaliptus. 
  3. Aseo, barrido y riego de patios, corrales, talleres y salones de espectáculos públicos, templos y cines, así como la parte correspondiente a la vía pública, con soluciones antisépticas más fuertes, si fuese posible, y sino, con agua simple en abundancia. 
  4. Aislamiento inmediato del enfermo, asistiéndose por el menor número posible de personas y desinfección de sus ropas, ropas de cama, etc., por la ebullición o sea en agua hirviendo.
  5. Preventivos o profilácticos. El de mayor aceptación y que se juzga más eficaz es el sulfuro de calcio, a la dosis de cinco o seis gránulos de un centígramo, en tres dosis, mañana, tarde y noche. Recomiéndase así mismo la limonada… una vez al día como preventivo, y tres veces o constantemente a los ya atacados por la epidemia. 
  6. Tratamiento curativo de casos benignos.- Reclusión inmediata del paciente en sus habitaciones, evitar enfriamientos, temperatura uniforme, pero ventilación conveniente de su pieza. Alimentación sana y poca. Para la calentura que siempre acompaña a esta afección, recomiéndase la administración de cápsulas de 12 centigramos de quinina y 20 centigramos de aspirina, cada dos o tres horas[…] Si hubiese tos, pueden administrarse unos papelillos de diez centigramos de polvo de Dower y 20 centigramos de benzoato de sosa, uno cada hora, cada dos o cada tres, según la intensidad de la tos, si sobrevinieron hemorragias por la nariz o por la boca, suministrarse media cucharadita de extracto fluído de Ergotina de Erba, tres veces al día. 
  7. La esencia de canela, que en realidad, goza de propiedades antisépticas marcadas, también se ha publicado últimamente como preventivo, y acaso sea útil en los enfermos a las dosis de 15 gotas vertidas en una onza pulverizada, en una sola vez, disuelta en agua. El uso inmoderado de las tabletas de bromoquinina, es perjudicial. Se prohíbe en absoluto el uso de bebidas alcohólicas.

La mayoría de estas recomendaciones no fueron puestas en práctica por los grupos de población empobrecidos; es decir, la desinfección de las prendas y de las ropas de cama, la compra de medicamentos, la alimentación sana, y la ocupación exclusiva de una habitación para cada enfermo, eran hábitos de la sociedad acomodada.

Conforme avanzó el contagio el acceso a las medicinas empeoró. Para mediados de octubre las droguerías de la capital dejaron de vender medicamentos al por mayor, solo vendían cantidades pequeñas y a precios elevados.

Oficialmente se declararon 7 mil 375 muertes relacionadas con la influenza en la Ciudad de México, que tenía una población de 906 mil 63 habitantes en 1918, pero los diarios reportaban de 150 a 200 muertes al día, lo que daría un estimado de 6 mil muertes al mes.

Es preciso mencionar que en esta década nuestro país, debido a conflictos armados, tenía una inestabilidad política, al grado que los servicios de salud estaban comprometidos, estimándose al menos 300 mil muertos por este virus

Conocer nuestra historia nos permite reflexionar cómo debemos actuar ante un futuro incierto y analizar cómo contribuir a la planeación de las políticas en salud considerando que las pandemias son eventos impredecibles y recurrentes.

Referencia:

Sandoval Gutierrez, (2021, mayo 21). 1918 pandemia de influenza en México. La gran pandemia del siglo XX, Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM. Recuperado de https://bit.ly/3AlSh5C 

Netzahualcoyotzi MM. La Influenza de 1918 en Tlaxcala: mortandad y efectos sociales.. Bol Mex His Fil Med. 2003;6(1):23-31. Recuperado de https://www.medigraphic.com/pdfs/bmhfm/hf-2003/hf031e.pdf 

Murillo GG. Recordando a la gripe española. Med Int Mex 2011;27(5):463-466. Recuperado de https://www.medigraphic.com/pdfs/medintmex/mim-2011/mim115h.pdf 

 

.