La preeclamsia es la primera complicación que puede presentarse en un embarazo, por lo general a partir de la semana 20 o quinto mes de embarazo. Se da por una alteración en la placenta, esto ocurre porque la placentación resulta muy superficial, provocando isquemia o disminución de la circulación y por lo tanto hipoxia o falta de oxigenación, que se resume en hipertensión, siendo muy grave tanto para la mamá como para el bebé.

Los factores de riesgo radican principalmente en el simple hecho de estar embaraza, ser primigesta, es decir que sea el primer embarazo, padecer obesidad, alguna enfermedad preexistente, hipertensión previa al embarazo, diabetes que se padece desde antes o de manera gestacional; la edad también es importante, suele presentarse en mujeres muy jóvenes, adolescentes o en mujeres mayores de 40 años, también en aquellas que hayan tenido un embarazo gemelar, padecido preeclamsia en otro embarazo o tengan antecedentes familiares de ello por parte de la madre o sus hermanas.

La preeclampsia en un inicio puede ser incluso asintomática, si no se atiende oportunamente y presenta síntomas como dolor de cabeza, zumbido en los oídos, epigastralgia o fuerte dolor en la boca del estómago y ver puntos o pequeñas luces de colores, puede llegar a evolucionar a eclampsia y ocasionar convulsiones en la mujer embarazada. Otra de sus evoluciones es el síndrome de HELLP, que se manifiesta con alteraciones en el hígado, riñones y otras estructuras del organismo. Si la hipertensión no se controla, la madre incluso corre el riesgo de sufrir un derrame cerebral.

El único tratamiento es la interrupción del embarazo, por lo que un gran riesgo es sacar a un bebé demasiado prematuro que debe estar en observación y al que se le deben administrar medicamento especial para madurar sus pulmones y así evitar insuficiencia respiratoria.

Es posible prevenir la preeclampsia si se lleva a cabo un control prenatal constante durante todo el embarazo, el médico revisará que la presión arterial sea menor a 140/90 y determinará si la mujer es propensa a padecerlo, y en caso se serlo se le administrará la dosis necesaria de tratamiento farmacológico para evitarlo. Actualmente ya es posible someterse a estudios ultrasonográficos para medir la pulsatilidad de las arterias uterinas que llevan sangre a la placenta y así determinar si la paciente es propensa a esta enfermedad.

 

 

 

Con información de la Dra. Susana Haquet Santana, Ginecóloga y Obstetra, Médica adscrita al Hospital Luis Castelazo Ayala, HGO 4, IMSS y Profesora del Departamento de Embriología de la Facultad de Medicina, UNAM.