
La diabetes tipo 2, o también conocida como «No insulinodependiente», es la más frecuente en adultos mayores, pero también es un hecho que cada vez se observa más en niños, adolescentes y adultos jóvenes por el incremento en los niveles de obesidad, sedentarismo y una dieta inadecuada. Este tipo representa del 90 al 95% de todos los casos de diabetes.
¿Cómo se desarrolla?
La insulina es una hormona producida por el páncreas que regula el nivel de azúcar o glucosa en la sangre.
La Diabetes se trata de una grave enfermedad crónica que se desencadena cuando el páncreas presenta deficiencia en la producción de esta hormona o no puede utilizar con eficacia la insulina que produce.
Son diversos los factores que influyen el desarrollo de esta enfermedad, como la herencia poligénica (o intervención de varios genes). Del 80 al 90% de las personas tienen células beta sanas con capacidad de adaptarse a altas demandas de insulina (como en la obesidad, el embarazo y en casos de estrés) mediante el incremento en su función secretora y en la masa celular. Sin embargo el 10 al 20% de las personas se presenta una deficiencia de las células beta en adaptarse, lo cual produce un agotamiento celular, con reducción en la liberación y almacenamiento de insulina.
Se asocia con una falta de adaptación al incremento en la demanda de insulina y a una pérdida de la masa celular por glucotoxicidad, es decir, las altas cantidades de azúcar se vuelven tóxicas para las células.
Los principales factores de riesgo son, la presencia de diabetes tipo 2 en familiares de primer grado, padecer hipertensión arterial, sedentarismo, índice de masa corporal superior a 25, una circunferencia de cintura de mas de 102 cm en hombres y 88 cm en mujeres.
Esta enfermedad aumenta el riesgo de presentar cardiopatías, accidente vascular cerebral, neuropatías que se combinan con la reducción de los flujos sanguíneos, generando mayor probabilidad de padecer úlceras en los pies y la amputación de las extremidades inferiores en sus últimas instancias, retinopatía diabética que ocasiona deterioro, disminución visual y ceguera, e insuficiencia renal.
Los síntomas son polidipsia o sed excesiva, poliuria o necesidad excesiva de orinar, polifagia o sensación excesiva de hambre, pérdida de peso, infecciones urinarias, vaginales o dentales de repetición. Otros signos son dolores en miembros inferiores, mareo, disminución de la agudeza visual y dolor precordial.
Los estándares señalan un nivel ideal de glucosa plásmatica no superior a 126 mg/dL en ayuno.
Para su prevención es importante modificar el estilo de vida a uno más sano que incluya dieta baja en calorías, azúcares, grasas saturadas y que sea alta en fibra, realizar actividad física durante 30 minutos al día de intensidad moderada 5 veces a la semana, mantener un peso equilibrado y evitar el consumo de alcohol, tabaco o de otras sustancias nocivas.
Con información de Cristian Joshua Hernández González, Médico Pasante de Servicio Social de la Facultad de Medicina, UNAM.
Fuentes:
http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/guiasclinicas/718GER.pdf
http://fmdiabetes.org/wp-content/uploads/2019/01/ada-2019.pdf
https://apps.who.int/medicinedocs/documents/s18852es/s18852es.pdf