La hepatitis es un cuadro clínico caracterizado por la inflamación del hígado. Esta puede ser de causa infecciosa (por virus, bacterias o parásitos) o tóxica, por el consumo excesivo de sustancias nocivas, como el alcohol y algunos medicamentos.
Las hepatitis contagiosas son las causadas por un virus, como los tipos A y B, las cuales es posible prevenir a través de la vacunación. Sin embargo, un nuevo tipo de hepatitis aguda de causa desconocida se ha estado presentando en infantes de distintos países desde el 5 de abril del 2022.
El primer reporte se presentó en Escocia con un brote que afectó a diez infantes que presentaron síntomas como ictericia (coloración amarilla de la piel y los ojos), diarrea, vómito y dolor abdominal. Tres días después se reportó la aparición de 74 casos en el Reino Unido y tres más en España. Para el 21 de abril se contaban 169 casos en 11 países de América y Europa, lo que causó la activación de una alerta epidemiológica emitida por la Organización Mundial de la Salud.
Se encontró que en el 44 por ciento de los casos las y los pacientes estaban infectados con un tipo común de adenovirus conocido como F41 y en algunos se presentaba una coinfección con el virus SARS-CoV-2, aunque no se pudo confirmar que estos patógenos fueran la causa de la hepatitis, ya que el 66 por ciento de los casos no estaban infectados con ningún virus.
Por lo regular, los adenovirus causan infecciones respiratorias, gastrointestinales y urinarias, aunque también pueden causar hepatitis en personas que tienen un sistema inmunológico deprimido. Se transmiten a través del contacto con fluidos corporales como la saliva y los desechos (orina y materia fecal).
Especialistas han presentado distintas teorías para explicar la aparición de la nueva hepatitis aguda en infantes. Una de ellas sostiene que el sistema inmunológico de personas que han estado expuestas previamente al virus SARS-CoV-2 responde de forma exagerada ante la presencia del adenovirus, generando el cuadro de hepatitis; o bien, que el adenovirus F41 presente algún tipo de mutación.
Aunque no se conoce con certeza la causa de esta nueva enfermedad, las autoridades sanitarias han emitido una serie de recomendaciones que incluyen el lavado frecuente de manos, cubrir la nariz y la boca al estornudar y toser; evitar compartir alimentos, cubiertos, vasos y platos; desinfectar los juguetes que se comparten en sitios públicos como la calle, la escuela y las guarderías; y completar el esquema de vacunación contra la hepatitis A y B.
Con información de la Dra. Rosa María Wong Chew, jefa de la Subdivisión de Investigación Clínica y del Laboratorio de Investigación en Enfermedades Infecciosas, Facultad de Medicina de la UNAM; y el Dr. Sarbelio Moreno Espinosa, infectólogo pediatra del Instituto Nacional de Pediatría de la UNAM.
Para más información, consultar la conferencia “Hepatitis viral grave en infantes” disponible en YouTube: https://youtu.be/kNHJgQaJa8c
Son consumidas por aquellos que sienten que no tienen suficiente energía y se fatigan con frecuencia. Otros las prefieren más por su sabor dulce. Los anuncios publicitarios recomiendan utilizarlas para reducir el cansancio, eliminar el sueño, mejorar la concentración, el rendimiento académico y atlético.
Las bebidas energizantes utilizan principalmente dos ingredientes potencialmente energéticos para el cuerpo humano: el azúcar y la cafeína. Aunque también pueden utilizar otras sustancias como la taurina, vitaminas del complejo B, ginkgo biloba y guaraná. Estas sustancias incrementan el estado de alerta porque interfieren con el proceso biológico del sueño, bloquean los receptores de adenosina y favorecen la liberación de catecolaminas (hormonas producidas por las glándulas suprarrenales como respuesta al peligro y que estimulan la respuesta de lucha o huída).
Además, estimulan el Sistema Nervioso, mejoran los reflejos, incrementan el pulso cardíaco y la circulación sanguínea. Por esta razón, están contraindicadas en personas que tienen problemas de ansiedad, pues sus efectos pueden detonar ataques de pánico, estados de agitación y crisis nerviosas, así como empeorar el insomnio y otros trastornos del sueño.
Las bebidas energizantes también pueden ser perjudiciales para quienes padecen hipertensión y enfermedades del corazón, ya que causan vasoconstricción y potencian la actividad cardíaca, lo que puede elevar peligrosamente la presión arterial y provocar ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares.
Las personas sanas también pueden presentar estos efectos si exceden la cantidad recomendada de cafeína (400 miligramos al día). Las y los infantes son más propensos a sufrir una sobredosis, ya que la cantidad recomendada se reduce a 2.5 miligramos por kilogramo de peso corporal (menos de 50 mg), misma que es muy fácil de exceder si se desconoce la proporción contenida en el envase.
Otros riesgos, más asociados con el consumo frecuente que con la sobredosis, son las hipervitaminosis. Además, el alto contenido de azúcar de estas bebidas incrementa las probabilidades de padecer enfermedades asociadas con los altos niveles de glucosa en la sangre, como diabetes y obesidad.
Si bien las bebidas energizantes no representan ningún riesgo para la mayoría de las personas, se sugiere que su consumo sea ocasional. Si con frecuencia se presenta fatiga o agotamiento, se recomiendan otras formas naturales y saludables de incrementar la energía, como dormir mejor, hacer más ejercicio y mejorar la alimentación, así como acudir al médico para descartar cualquier patología que pudiera estar afectando el metabolismo.
Referencia
Con información del Dr. Luis Carlos Faudoa Mendoza, responsable de la CLIA del DPSM.
La salud materna se logra cuando se tienen los cuidados adecuados durante la maternidad, un periodo que dura aproximadamente mil días y que comprende desde la concepción y la gestación, hasta el último día de la lactancia. Uno de los principales aspectos que se debe cuidar es la alimentación.
En los últimos años se ha duplicado la incidencia de obesidad en las mujeres durante el embarazo (la prevalencia incrementó del 16 por ciento al 30 por ciento). Pero al mismo tiempo se ha incrementado el número de casos de anemia (22 por ciento). Aunque pueden parecer estadísticas contradictorias, muchas de las mujeres encinta que presentaron anemia también tenían sobrepeso, por lo cual, se hace evidente que el problema obedece a la calidad de la nutrición.
Una mala alimentación tiene repercusiones maternas y fetales. En el caso de la madre, una ingesta excesiva de carbohidratos incrementa los riesgos de diabetes gestacional o preeclampsia (enfermedad hipertensiva). Mientras que una desnutrición puede causar abortos espontáneos y partos prematuros.
Aunque es común escuchar que una mujer embarazada debe comer por dos, lo cierto es que duplicar las raciones de comida incrementa las complicaciones asociadas al sobrepeso. Lo más recomendable es que la madre lleve un control médico de su peso y su nutrición con un especialista que le guíe e indique las cantidades, los alimentos y los suplementos adecuados que debe consumir para evitar el exceso y el déficit de nutrientes.
¿Hay algo que no se pueda ingerir durante el embarazo?
Muchas personas creen que el café no debe ser consumido durante el embarazo, aunque en realidad no se ha reportado una incidencia de afecciones en el desarrollo fetal ni se han observado complicaciones asociadas a su ingesta. No obstante, una sobredosis de cafeína sí puede generar reacciones indeseadas que puedan poner en riesgo la salud de la madre, sobre todo si se presenta insomnio o hipertensión. Por lo cual, se recomienda que la madre beba café con moderación.
Por el contrario, el alcohol sí debe evitarse por completo durante el embarazo. El Síndrome del Feto Alcohólico es una afección que causa alteraciones en el desarrollo del producto, tanto en la formación de la estructura del feto, como en el desarrollo cognitivo, lo cual repercute en los logros y en el desarrollo intelectual del infante.
Los estudios no han dejado claro qué cantidad es segura consumir, por lo cual, el consejo de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia es evitar la ingesta de alcohol durante el embarazo.
Además de evitar el alcohol y llevar una buena alimentación, el ejercicio es fundamental para mantener la salud. Por lo tanto, durante el embarazo se recomienda tener actividad física, pero esta debe limitarse a los ejercicios que fomenten la movilidad de la madre, es decir, caminata, estiramientos y yoga para mujeres embarazadas. Deben evitarse los esfuerzos y los movimientos bruscos.
Para mantener la salud materna, es recomendable que la madre acuda regularmente con varios especialistas de la salud para tener la mejor guía de cuidados durante su embarazo.
Referencia
Con información del Dr. Gerardo Reyes Díaz, médico especialista en Reproducción, Ginecología y Obstetricia.
Para mayor información, consulta nuestro programa completo de +Salud Radio:
Están presentes en casi todas las culturas ancestrales del mundo: en oriente, Europa y hasta en Mesoamérica son comunes las leyendas que describen a seres de apariencia semejante a un cadáver, con una piel pálida que solían proteger del sol con largas túnicas, y cuya boca ensangrentada delataba su atroz forma de vivir.
Cada cultura les dio un nombre distinto. En China, por ejemplo, eran conocidos como los Jian Shi; los mayas los llamaban úukum soots; y tanto en Europa como en el mundo moderno se les conoce como vampiros. Durante siglos, el folclor popularizó la creencia de que estos seres eran cadáveres resucitados que evadían a la muerte bebiendo la sangre de los vivos.
Con el paso del tiempo, la investigación médica ha logrado explicar algunas enfermedades que causan cuadros clínicos similares a la descripción mitológica de los vampiros, lo que sugiere que estas leyendas pudieran tener un tinte verídico. Una de estas patologías es la porfiria, una condición que afecta la producción de unas moléculas llamadas porfirinas, que son importantes para la formación de la hemoglobina.
Además de una deficiencia de hierro (anemia), la cual se presenta con un característico tono pálido de la piel, este desorden metabólico ocasiona que las porfirinas se depositen de forma anormal en los tejidos, dando lugar a los síntomas característicos del vampirismo. Por ejemplo, las porfirinas libres en la piel pueden absorber la luz del sol para aprovechar su energía, pero cuando se concentran en exceso oxidan los tejidos y causan lesiones como ampollas, irritación y quemaduras. Por esta razón, algunos pacientes visten con ropa larga que los protege de la luz solar, o incluso desarrollan un estilo de vida nocturno.
Las porfirinas también pueden acumularse en la dentina y teñir los dientes de color rojizo, aparentando tener sangre en la boca. En los casos más serios, es posible que se desarrolle pica, una conducta caracterizada por un deseo instintivo de ingerir sustancias que no son comestibles para compensar la deficiencia de hierro, tales como cabello, tierra, objetos de metal y sangre.
La mayoría de las porfirias son enfermedades congénitas, aunque casi todas las personas que son portadoras de los genes anómalos nunca llegan a presentar síntomas. También puede adquirirse por factores que alteran el metabolismo, como el alcoholismo, el tabaquismo, el uso de ciertas drogas y medicamentos, los trastornos alimenticios como la anorexia, el estrés y desórdenes hormonales asociados con la menstruación.
Actualmente, el tratamiento suele tener un buen pronóstico si se adopta un estilo de vida adecuado. Quienes padecen porfirias agudas pueden requerir inyecciones periódicas de hemina y de glucosa, así como llevar una dieta alta en carbohidratos, proteínas, hierro y suplementos vitamínicos.
Tanto el tratamiento como el diagnóstico requieren de procedimientos complejos y análisis clínicos de sangre, heces u orina. Por lo tanto, los casos de la antigüedad no pudieron ser diagnosticados, tratados ni comprendidos, pero sí es probable que fuesen explicados desde el conocimiento que, hasta el siglo XVII se tenía sobre la importancia fisiológica de la sangre, el cual hacía lógico pensar que beberla prolongaría la vida.
Referencia
Con información del Dr. Jesús Marvin Rivera, académico del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina, UNAM.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, los casos por infecciones intestinales aumentan en un 30 por ciento durante la temporada de calor, la cual se contempla que este año dure del 22 de marzo al 30 de septiembre.
Por ello, es importante ser conscientes sobre el correcto manejo de los alimentos, debido a que comúnmente durante este periodo no se conservan a una temperatura adecuada ni se mantiene la limpieza adecuada antes de su consumo,ocasionando una rápida descomposición, y liberación de toxinas que enferman a quienes los consumen.
Las personas más afectadas son infantes menores de 5 años y adultos mayores de 60 años, aunque la manera en la que se adquiere la enfermedad es diferente ya que en la mayoría de los casos en infantes se contraen por virus, mientras que en adultos es por virus, bacterias y parásitos; sin embargo, los síntomas son los mismos, al igual que el tratamiento.
Aunque el incremento de enfermedades por intoxicación alimentaría aumenta en estos meses, no todos los casos se deben al aumento de calor y mala conservación de los alimentos, ya que también pueden surgir cuando los alimentos se contaminan conmateria fecal, provocando el surgimiento de bacterias y parásitos como la salmonela o las amibas.
Por lo general, los síntomas se presentan en las primeras 8 horas después de consumir los alimentos en descomposición, causando:
Dolor en el área abdominal
Diarrea
Fiebre (en ciertos casos)
Náuseas
Vómito
Para prevenir este tipo de infecciones se recomiendan las siguientes medidas de salubridad:
Consumir agua filtrada, hervida, de botella o garrafón.
Lavar las manos, al igual que los alimentos, antes y después de consumirlos.
No ingerir comida cruda (cocinarla bien).
Mantener los alimentos a menos de 37º grados para evitar su rápida descomposición.
Evitar comer en la calle.
En caso de contagio se recomienda acudir al médico, mantener una adecuada hidratación y evitar automedicarse.
Con información de la Dra. Nayeli Xochiquétzal Ortiz Olvera, académica de la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Medicina de la UNAM.